Villa histórica,
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Villa
de las Ferias |
XXI - ETAPA DE AGOBIOS Y SOBRESALTOS
210. - Nuevo régimen.- 211. - >Nuevas prácticas. Desbarajuste y descréditos.- 212. - Se agota la principal fuente.- 213. - Encabezamientos, presupuestos y apuros.- 214. - Comisarios despreocupados.- 215. - Salarios y mantenimientos.- 216. - Salpicaduras de la guerra civil.- 217. - Desaparición de conventos.-
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210. - Nuevo régimen.-
La intermitente vigencia de la Constitución de Cádiz introdujo en el régimen municipal notables variaciones, y el principio desamortizador que sentaron los doce añistas trajo tal perturbación al cobro de las rentas de sernas que ya no volvió Medina a disfrutar, sino en mínima proporción, aquellos saneados ingresos que la contuvieron en la plano inclinado de su decadencia. A esto se debió principalmente que no restaurase los estragos causados por la guerra y que viviese durante medio siglo en agobio ininterrumpido.
El régimen municipal quedó modificado al variar las atribuciones concernientes al corregidor y regidores, que no volvieron a tener el lustre que los caracterizó en las pasadas centurias. Ya en el periodo de tiempo del año 1812 en que los franceses estuvieron alejados de la villa, el corregidor designado por el general Castaños, con el título de Juez de Letras, hubo de pactar un "modus vivendi" con el Alcalde Constitucional por creer que sus respectivas atribuciones no estaban concenientemente deslindadas con la Constitución. Los corregidores que le sucedieron actuaron con pérdida notoria del ascendiente y prestigio que les era pecualiar y el último que ejerció en propiedad el oficio, D. Eugenio M. Álvarez, lo hizo con tales muestras de ineptitud que a instancias de la villa que la puso de manifiesto, mereció ser destituido el 14 de diciembre de 1833 por R. Decreto.
Respecto a los regidores, ya no volvió a darse título alguno de perpetuo o vitalicio, habiendo sido el último D. Rafael Belloso que lo ejerció desde 1795 hasta 1834. En la segunda mitad del siglo anterior comenzó a darse entrada en el Ayuntamiento a los regidores trienales y diputados, elegidos por sufragio indirecto. En virtud de la Constitución de Cádiz todos los concejales habían de ser elegidos por los ciudadanos, y cuando así no lo fueron debieron su nombramiento al puro arbitrio gubernamental, veleidoso e inconstante en demasía, por lo que a la veteranía y estabilidad tradicional, sucedió una inceste renovación que inevitablemente había de restar prestigio y no sumar experiencia y acierto.
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211. - Nuevas prácticas. Desbarajuste y descrédito.-
Se instauró por añadidura una práctica enteramente contraria a la observada secularmente. Los antiguos regidores estaban totalmente despegados de la hacienda municipal. No podían tener oficio, trato o comercio en abastos públicos ni tienda de mercaderías; no habían de cobrar rentas públicas, directa o indirectamente. En los modernos concejales no fue tacha vituperable ninguna de las circunstancias enunciadas, y de da con frecuencia el caso del que deja la mayoría de Propios para pasar a la concejalía, y abandona ésta para reintegrarse a aquella, o la contaduría o a la recaudación de rentas reales. Estos repetidos desplazamientos y las frecuentes renovaciones totales de los Ayuntamientos, con sustitución a veces, de los propios funcionarios, puso en ocasiones al procomún a merced de los osados, de los ineptos o de los aprovechados. (1).
Fue asimismo notoria la falta de solidaridad entre los diferentes equipos de concejales, como si no fueran gestores de una misma entidad, y la precisión de actuar simultaneamente concejales de distintas y aun distan situaciones. Cuando algún acreedor gestionaba el cobro de un crédito añejo, se le despachaba con que hiciera la reclamación a los concejales de aquel año (2).
Más frecuente y socorrido fue por algún tiempo el acallar estas reclamaciones endosándoles una parte alicuota de los cuantiosos créditos que el Ayuntamiento tenía sobre los tenedores de sernas; hasta que se demostró que tales créditos eran prácticamente incobrables (3).
De anomalías tan ajenas a una buena administración nació el desbarajuste y el descrédito que puso de manifiesto el procurador del Común en la sesión de ll de abril de 1845 apoyando lo denegado de pago de los honorarios que el anterior alcalde había reclamado por un informe emitido a título de abogado y por otro concepto equivalente a gastos de representación: "Sin negar el procurador la legitimidad del crédito que reclama..., es preciso que el Ayuntamiento tenga presente que el crédito reclamado es en un todo igual por su naturaleza a los que hoy están pendientes...; los fondos son absolutamente despreciables, en comparación de la multitud de reclamaciones que el Ayuntamiento tiene a la vista sobre pago de tanta primacía por lo menos, y de cuya solvencia pende la ventura de infinitas familias...; me concreto a eliminar las más notables: ... (refiera a varios importantes créditos y termina con):... D. Manuel Martín, maestro que fue, pide 5.000 reales que el adeudan por su dotación, quien a pesar de la desgracia en que se encuentra el infeliz profesor, quiere hacer gracia al Ayuntamiento de la mitad de su crédito a calidad de pagarle con preferencia el resto... Casi se aventura el que suscribe a asegurar que propensos a otro tanto se hallan la mayoría de sus acreedores. Si estas ventajas son positivas y por imposibilidad en el pago no las acepta el Ayuntamiento, aunque bochornosas ¿podrá preferir el pago del Sr...?"
Más vivamente retrata la situación del erario municipal el memorial elevado por José López Bravo, el 25 de septiembre de 1855, "pidiendo se le paguen ocho mil reales que se le deben por sueldos devengados por su padre como guarda que fue de las alamedas. El Ayuntamiento acuerda se proceda a liquidar los débitos como está acordado...". Siendo de 700 reales el salario anual de tal guarda, este santísimo varón estuvo doce años prestando servicios y viviendo de... la esperanza.
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212. - Se agota la principal fuente.-
La principal razón de esta inconcebible penuria --ya queda indicado-- estuvo en la quiebra de la renta de sernas. Este solo capítulo cubría con creces el presupuesto de salarios en las precedentes centurias (126). Al fallar en la presente y no ser sustituida `por otros arbitrios, difíciles de la novedad y por la pobreza general, inevitablemente tenía que desequilibrarse el presupuesto. El Ayuntamiento de 1846 puso particular empeño en salir de tan crítica situación, llamando la atención del Gobierno sobre la urgencia de resolver rápida y favorablemente el pleito de sernas. Al efecto presentó al jefe político, como se llamaba entonces al gobernador civil, la renuncia de los cargos de concejales para que habían sido elegidos vista la imposibilidad de sostener la administración con los precarios medios de que disponían. No les fue admitida la dimisión, y entonces elevaron al Gobierno una representación en que decían: "... ya que se les obligó a desempeñar dichos destinos, forzoso les es tener que manifestar que solo ven a sus dependientes sin pagos, los edificios públicos sin reparos y ruinosos, y en fin, sin mejorar nada de cuanto les está a su cuidado; todo dimanado de la falta de fondos de Propios a causa de no satisfacer a éstos los llevadores de sus sernas...". Nada práctico consiguieron porque las cosas continuaron en igual desbarajuste, y en el memorial que elevó el Ayuntamiento a la Reina el 27 de julio de 1852 decía: "No se ha conseguido sino el cobro de cantidades insignificantes debiendo más de dos millones de reales, y con gusto cede todos estos débitos con aplicación al ferrocarril, y cuando llegue el casode enajenar sus derechos... cede también a V. M. el diez por ciento". Este último alarde de generosidad tampoco fue de utilidad. Era inminente la promulgación de la ley desamortizadora y ya vimos de cuán graves consecuencias para Medina.
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213. - Encabezamientos, presupuestos y apuros.-
El examen de encabezamientos y presupuestos de esta lamentable etapa de nuestra historia, confirma la misma deprimente impresión. El encabezamiento de 1790 había sido de 105.874 reales; en 1832 ascendía a 160.877 y en 1851 a 172.802, que atendida la desvalorización de la moneda no fue realmente ascensión. El promedio anual de gastos satisfechos en el quinquenio 1847-51 fue de 52.321 reales, cuando solo el capítulo de ingresos de sernas a principios del siglo excedía bastante de cien mil.
Tan mezquinos recursos hacían pasar a los concejales por trances de confusión. Así, cuando murió Felipe VII no pudieron celebrarse las debidas exequias por carencia absoluta de fondos para hacerlas con aquella tradicional pompa que pedía el honor de la Muy Noble, Leal y Coronada Villa. Mayores fueron los apuros pasados al llegar la ineludible `precisión de verificar la proclamación de Isabel II. El 25 de noviembre de 1833 se recibió la Real Orden de hacer la proclamación de la forma acostumbrada, cuya suntuosidad nos es conocida (182). El Ayuntamiento, sin crédito y sin dinero, quiso hacerse el distraído, como en el caso anterior, pero no lo consintió el gobernador civil. Una y otra vez instó con apremios a que se realizara, y después de varios requerimientos y súplicas a los empecatados sernistas, algunos, bonachones, pagaron atrasos y pudieron adquirirse en Valladolid vestidos para los reyes de armas y arreos para los caballos. No dieron de sí los fondos allegadospara comprar el retrato de la Soberana y se pidió prestado a Nava del Rey que, a caso para confundir nuestro prurito de superioridad o para vengarse del teson que poníamos en cobrar a los navarreses, como era justo, nuestras rentas, se negó al obsequio requerido. La generosidad de Tordesillas alivió el natural sonrojo y se celebró la proclamación el 11 de diciembre de 1834, claro que sin el boato que añorarían los más ancianos.
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214. - Comisarios despreocupados.-
A veces el celo y la conciencia del deber suplen la falta de caudales. No fue éste, por desdicha, el caso de los distintos comisarios encargados de los servicios municipales, acaso por la perenne interinidad a que los sometían los vivenes de la política.
Los del Pósito quedaron pronto sin ocupación. Para la sementera del año 1830 todavía siministró 685 fanegas de trigo a 59 labradores de la villa, y otras 1.082 a 152 de los pueblos circunvecinos, pero por el año 1836 se vendieron las existenciasde granos para socorrer con 30.000 reales a la Junta de Armamentos de la capital, muy amenazada, como toda la provincia por las partidas carlistas que rondaban cerca. Quedó, pues, el Pósito sin otro caudal que los créditos, difíciles de verificar por esa falta de celo, por la pobreza general y por las tendencias entonces imperantes de desamortizar, desvincular y deshacer la propiedad colectiva: tendencia muy favorable a los propósitos siempre acariciados por los malos pagadores. Desapareció, por tanto, la institución que tanto había beneficiado a las centurias pasadas, espantando el fantasma del hambre en los años estériles, resultaron tan baldías como las reiteradas para cobrar más de dos millones adelantados en la guerra de la Independencia a tirios y troyanos. Algún conato de restauración, como el intentado en 1851 por el procurador del Común, D. Pedro Lajo, no tuvo efectividad.
Los comisarios del Archivo dormitaron también en su importante cometido. El mismo procurador del Común pedía en lasesión del 16 de abril de 1848 "que se pusiera orden en el archivo del que faltan interesantes documentos, y que se invite al vecindario a devolver al mismo los que posea". No debió ser muy fructuosa esta diligencia en orden a reintegrar documentos porque el 24 de abril de 1855, tratándose de la ley de desamortización que se discutía en Cortes, se dieron cuenta los concejales de la necesidad de reunir documentos para el debido destudio, y alguno de los presentes confesaron ingenuamente que obraban en su poder táles y cuáles, demostrando con ello que no estaban en su sitio y que habían olvidado las normas estabecidas. Mucho después, el 29 de enero de 1882, respondiendo a una petición del comandante militar en la Plaza, dice el alcalde que no se pueden facilitar los antecedentes pedidos sobre el cuartel por no permitirlo el desorden del archivo, Y así continúa.
Los comisarios del vino sí tuvieron alguna ocupación en este periodo. La riqueza vinícola había venido a menos, pero todavía era de alguna consideración. El aforo practicado ante escribano de la cosecha de 1814 dio un resultado de 38.993 cántaras; el de 1827 fue de 34.598; el promedio del quinquenio 1836-40 fue de 26.546 y el de 1871 subió a 42.262 cántaras, correspondientes a 88 cosecheros. Éstos, en 3 de enero de 1829, se lamentaban ante el Ayuntamiento de la falta de saca, debida entre otras causas al mal trato que los arrieros recibían de los liadores, y a que éstos administraban bodegas particulares, cuyo interés preocupaban el perjuicio del común de cosecheros. En respuesta acordó el Ayuntamiento sancionar los abusos y facultar al comisario para nombrar tres liadores, excluyendo a los demás, mientras no fuese necesario mayor número, prohibiéndoles tener llaves de bodegas y enseñar vinos a los arrieros por ser este cardo de los corredores, suprimiendo la plaza de guarda de canilla y señalando cuatro cuartos por cada carga sacada de la bodega, enliada y encargada de modo ordinario, diez cuartos tratándose de la carga de los asturianos y doce de los vizcaínos. De todo ello parece claro que seguíamos exportando vino aunque no como cuando los liadores eran diez y los corredores otros tantos. Posteriormente se hacen más raras las notas referentes a esta fuente de riqueza que al finalizar el siglo había casi desaparecido.
Y nada más puede añadirse respecto a la actividad deplegada por los restantes comisarios que, en honor a la verdad, apenas existieron, pues la escrupulosidad con que los antiguos regidores se distribuían cada año el cuidado y vigilancia de los diversos ramos de la vida municipal, no fue compartida por los modernos concejales, más preocupados por otros afanes.
Tampoco dieron fe de vida los alcandes de la Hermandad y de Linajes, que anteriormente eran elegidos con la seriedad y garantía referida (20). Asimismo desapareció la elección practicada para nombrar los procuradores generales o del Común, que en esta etapa recibieron el nombramiento el gobernador o del sufragio popular al estilo de los concejales.
Otra práctica abolida fue el nombramiento de veedores para los distintos oficios; prueba de que los gremios habían dejado de existir para dar paso a la omnímoda libertad de trabajo, característica del siglo.
Ya queda registrada (21) la desaparición, como entidad social y política de los Linajes.
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215. - Salarios y mantenimientos.-
Respecto del salario de los trabajadores, no había variado sensiblemente desde el siglo anterior; seguían cobrando los jornaleros de tres a cuatro reales. Como la libra de carne de vaca se mantuvo entre diez y doce cuaros (de 40 a 50 mrs), no se modificó su poco envidiable condición. Mayor remuneración encontraban los trabajadores ocupados en las vendimias, habida cuenta del precio del mosto. En 1835 la tasa señalada al efecto fue la siguiente: vendimiadores, dos reales y cuartillo; cargadores, tres; Mayordomos, cuatro; y lagareros, cinco: cántaro de mosto, cuastro reales. Más ventajoso fue todavía para los vendimiadores del año1840, en que los salarios fueron iguales, pero el mosto bajó a dos reales.
El consumo de carne registrado en 1838 fue de 421 libras diarias. El vecindario de esa fecha se cifraba en 3274 habitantes, correspondiendo a cada uno la ración de 59 gramos, que no se alteró apreciablemente en los demás años de este periodo que hemos tenido ocasión de comprobar.
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216. - Salpicadiras de la guerra civil.-
Importa hacer ahora una sucinta relación de la repercusión que aquí tuvieron las graves perturbaciones políticas que en este periodo agitaron a España. Afortunadamente solo algunas leves salpicaduras alcanzaron a Medina, demasiado mal parada ya por sus propios achaques.
Los elementos desafectos al Gobierno, después de la muerte de Fernando VII, eran muy importantes en la villa y en la comarca, y para asegurarse contra algún golpe de mano de las partidas que surgían, las autoridades locales debieron de estar muy alertas. Ya el 14 de noviembre de 1833cundió el sobresalto al anunciar el procurador del Común, en sesión extraordinaria, el siguiente hecho. "Me consta que ayer noche una partida de facciosos armados, de a caballo, entró en Matapozuelos y obligaron a un vecino a que les acompañara para guiarles por el camino de Rueda. Esta partida, que algunos lo suponen compuesta de 40 individuos, puede caer de un momento a otro sobre esta villa". El corregidor contestó que, efectivamente, había recibido un propio de Rodilana con un mensaje de la Justicia de Matapozuelos previniéndole, pero que, si no había engrosado más, la partida que allí había entrado estaba compuesta por diez jinetes y no habían cometido desmás alguno; que el jefe de la fuerza le comunicaba la imposibilidad de salir en su persecución por no tener caballos suficientes y porque, aún temiéndolos, no serían alcanzados; que estaban organizadas patrullas vigilantes pero inermes, pues las armas de los realistas estaban recogidas de orden de la autoridad militar ante el temor de que volvieron a sus manos. Los realistas aludidos eran los que hasta el 20 del mes anterior habían constituido el batallón de voluntarios a quienes se suponía más afectos a la causa de D. Carlos.
Para sostener la de Dª. Isabel II se constituyó en febrero de 1836 la Milicia Nacional, tomándose previamente otras precauciones. Una, el cerramiento de la villa por un vasallo, cuya ejecución se encomendó, por prestación personal, al vecindario, que abandonó con manifiesta desgana la tarea mucho antes de acabarla. Otra, la formación de una lista de personas desafectas al régimen --las más calificadas--, a fin de tomar en ellos o en sus bienes represalia de los desmanes que pudieran cometer los facciosos.
La situación más comprometida llegó en el verano de 1837. El primero de agosto, el jefe político, por oficio remitido por vereda con urgencia, ordenó al alcande que inmediatamente se reuniera la Milicia Nacional de todas armas, superando cuantos obstáculos pudiesen oponerse, bajo la más extrecha responsabilidad, y que sin mediar espacio de tiempo se personasen en la capital. Era que la división carlista de Zariátegui se aproximaba a Valladolid y se trataba de rechazarla. Con este motivo la lista de rehenes designados en 1835 fue aumentada con otros quince sujetos sospechosos, los cuales fueron detenidos en el mismo Consistorio. Esta medida soliviantó a buena parte de la población, por lo que hubo de ponérsele en libertad, protestado además los detenidos de abrigar sentimientos pacíficos y de estar dispuestos a obedecer a las autoridades en la defensa de la villa.
Así las cosas, llegó el 18 de septiembre un bando del Capitán General llamando a todos los solteros y viudos sin hijos, desde 16 a 18 años, conminando con graves penas a los que no se presentasen perentoriamente en Valladolid. No hubo tiempo de darle cumplimiento porque a las pocas horas se supo que el mismo día había entrado Zariátegui en dicha capital, y dos días después hizo su entrada en esta villa el jefe carlista Colange, con 24 hombres de a caballo, sin encontrar la menor resistencia; al contrario, siendo acogido con entusiasmo por los elementos afines. Por fortuna los desmanes que se temían fueron mínimos; la lápida que daba título a la Plaza de la Constitución fue tirada; el retrato de la Soberana, que presidía el Ayuntamiento, arrinconado y rotos algunos cristales de las casas de los más significados isabelinos. Cuando el cabecilla carlosta abandonó Medina se llevó los caballos de la Casa de Postas, siguiéndole voluntariamente algunos jóvenes de la localidad.
Hasta el día 28 no se restituyeron a su cargo las atemorizadas autoridades, comenzando seguidamente a depurar responsabilidades. Los padres de los mozos que se pasaron al ejército carlista, fueron condenados a indemnizar daños y perjuicios. Otros vecinos que, más o menos voluntariamente, dieron quince mil reales a Calonge, fueron multados en otra suma igual para socorro de las tropas leales a la Reina. Cuando llegó el turno al escribano del Ayuntamiento, D. Antonio Macedo, que estuvo al frente de los llamados facciosos, fue destituido del cargo, pero sin más graves consecuencias porque sus mismos adversarios reconocieron que en todo momento aconsejó e impuso el respeto a las personas.
Igual criterio de convivencia y moderación prevaleció algunos meses después. El 10 de abril de 1838 entró en Olmedo el conce Neri a la cabeza de una columna carlista, y el Ayuntamiento acordó que las oficinas, milicias, autoridades y personas comprometidas abandonasen la villa, facilitando al efecto los carruajes precisos, más antes dejó constituido nuevo Ayuntamiento integrado por personas calificadas del otro banco para recibir al adversario sin alterar la tranquilidad pública y sin consentir agravios ni venganzas. La previsión, muy loable, no tuvo efectividad porque el temido conde se alejó hacia el Norte, por lo cual, los que evacuaron la villa yendo a Sieteiglesias, regresaron a los tres días.
En otras dos ocasiones cundió la alarma entre los medinenses. El 23 de octubre de 1838 serecibió urgente comunicación del alcande de Gomeznarro, Julián Pinilla, avisando la proximidad de una partida de gente armada que, al fin, se desvió de la población. Y el 11 de noviembre de 1848 volvió el sobresalto al saberse que el jefe carlista D. Feliciano Muñiz había reclutado una numerosa partida en Alaejos, Cantalapiedra, Torrecilla, Tarazona y otros pueblos, y al frente de los mismos había entrado en Nava del Rey, libertado a los presos por la insurrección de San Román. Pronto renació la tranquilidad porque no fue hacia Medina sino hacia Peñaranda adonde dirigió sus pasos el insurgente, después de sumar nuevos reclutas y proveerse de caballos y dinero.
Esta fue la parte alícuota de guerra civil que correspondió a Medina en la llamada de los siete años.
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217. - Desaparición de conventos.-
Cerramos este capítulo dando testimonio de la desaparición, en esta etapa que historiamos, de los ocho conventos de regulares que habían quedado: San Francisco, San Bartolomé, Santo Domingo, Ntra. Señora de Gracia, Corpus, Descalzos, Trinitarios y Mostenses. A éstos se sumaron tres de religiosas: Trinitarias, Recoletas, y Fajardas. Algunos de los primeros ya se habían disuelto durante la guerra de la Independencia, pero terminada ésta, rehicieron la vida conventual, restaurando provisional y precariamente las ruinas acumuladas. Fue por poco tiempo. A las dificultades inherentes a la pobreza acentuada, se unieron las motivadas por la Guerra Civil y por la desamortización consiguiente. En virtud de ésta pasaron los edificios a propiedad de varios particulares que, no hallando para los mismos destino más ventajoso, lo condenaron al pico destructor, cubriendo seguramente los gastos de compra con la sola venta de las tejas. Se distinguió por su afán demoledor un famoso galeno, más acreditado por su pertinacia en revolver los ánimos que por su habilidad en curar los cuerpos cuyos enredos y manejos ocupan muchas páginas de los libros consistoriales y amargaron la vida de alcaldes y concejales. Medina salió perdiendo una serie de edificios susceptibles de mejor aprovechamiento.
Las fincas rústicas pertenecientes a las mismas entidades, vilipendiadas, como en general todos los llamados bienes nacionales, pasaron también a muy cocas manos, aunque no fueran muertas (4).
Se extinguieron asimismo, por muerte de todos sus componentes sin renovación subsiguiente, los cabildos Mayor y de la Colegial. El último miembro del primero fue D. Miguel Damián Melgar, cura beneficiario de Santo Tomás, muerto en 1857; y el último fue el canónigo prior D. Antolín Alonso, fallecido en 1854.
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(1) - Típico y muy sonado fue el caso siguiente: El mayordomo de Propios de los años 1827 y 28 no vio aprobadas sus cuentas por oponerle el contador y comisarios muy graves reparos a que no dio satisfacción. Esto no obstante fue concejal influyente en sucesivas situaciones y parecía darse ya por contento con que sus colegas no le recordaran la amarga historia. Su osadía fue mayor, según leemos en el acta del 8 de diciembre de 1859: "Nada ha reclamado no reclamar podía en justicia cerca de unas cuentas que no habían sido ni podían ser aprobadas, y aprovechándose del cambio habido en el personal del Ayuntamiento y sus dependencias, se presentó reclamando el figurado alcance en 1846, pero contestado con el informe de la contaduría desistió... Hoy que cree olvidados estos antecedentes, vuelve a reclamar...". Y repitió la reclamación en cuantas coyunturas le fueron favorables, logrando que el gobernador civil ordenara la inclusión de la cantidad reclamada en el presupuesto ( 21 de diciembre de 1867) y que le devolviera sin aprobar por no incluirla (4 de abril de 1868). El Auntamiento se alzó ante el ministro de la Gobernación y fue la Audiencia la que en 26 de enero de 1876 condenó a la viuda del obstinado mayordomo y aprovechado concejal, la que todavía llegó a cobrar un pellizquillo.
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(2) - Sirvan de ejemplo estas muestras: Del acta del 6 de mayo de 1845: "le leyó oficio de la Diputación previniendo a esta corporación para que los ayuntamientos desde 1829 al 35 satisfagan a Simón de Rojas siete mil y pico reales que le adeudan por el uno y medio por ciento de cobranza de contribuciones...". Del acta de 16 de noviembre de 1855: "El Ayuntamiento acuerda se cite a los ayuntamientos de los años 28-33 para que concurran a dar noticias del débito que cada uno tiene en su año a favor de la Hacienda". Del 17 de agosto del mismo año: La Diputación mandó que los concejales de 1842 procedan a la cobranza de los 2.955 reales que resultaron de sisas de los repartimientos de dicho año...".
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(3) - Del acta del 22 de abril de 1845: "El Ayuntamiento acordó llamar a D. Matías Villazan, a quien se tiene cedido este crédito, con la condición de seguir el pleito de su cuenta y riesgo; y habiéndose presentado, convino en la prosecución de dicho expediente".
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(4) - En la sesión del 3 de diciembre de 1870 "se leyó memorial de... solicitando se le dé un certificado de hallarse en posesión de la finca... (deslinde)... para inscribirla en el Registro de la Propiedad. "El Ayuntamiento acordó se le dé de lo que constare y tuere de dar". Casos análogos son muy frecuentes en los años que precedieron y siguieron inmediatamente al referido, demostrativos de que una parte considerable de los bienes llamados nacionales, por defectos de clasificación o de catastro, pasaron al patrimonio de los colonos o de los simples intrusos, pues este calificativo se lee a cada paso en la literatura oficial de aquellas calendas.
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